A menos de un mes del día D, los nervios empiezan a querer dejarse ver entre las ganas y la excitación. Ya está todo preparado. Piso buscado, billete sacado, ilusiones organizadas.... La maleta no, la maleta es más bien algo de última hora en mi caso.

En fin, me pongo muy tonto con estas cosas. Debe de ser que se acercan las navidades. Desde luego, dejar atrás tantas cosas buenas merece la pena ante el mundo lleno de oportunidades que se presenta en el camino. Se me ponen los pelos de punta cuando pienso en lo cerca que estoy de recorrer las calles de Chicago, con mis 20 capas de abrigo encima, con mis botas de Goretex y mi gorro de lana (madre, que frío voy a pasar). Voy a conocer una nueva ciudad: la ciudad del viento, la tercera ciudad más elegida por Hollywood para rodar películas tras New York y Los Ángeles, la puerta de entrada a Canadá, el final de la Ruta 66, la ciudad de los muelles, de los parques y de los gangsters. Mi nueva casa.
Mis compañeros de aventura no pueden ser más perfectos, mi compañero de piso no puede ser mejor, y en mi cuerpo no caben más ganas de que esta cuenta atrás pase rápido, que cierre los ojos y me encuentre en el aeropuerto entregando las maletas a una azafata muy simpática y guapa (puestos a imaginar...) y disfrutando de la salida, el vuelo, la llegada, los primeros días, la apertura del piso, la primera fiesta, los primeros días de trabajo, la housewarming party, los primeros paseos... todo. La espera está siendo lenta pero... que recompensa tan dulce voy a encontrarme al final de esta cuenta atrás.
Esta experiencia va a ser única, especial e irrepetible. ¿Qué puedo decir? Lo cierto es que SOY FELIZ.