Cuándo tienes mucho que ver y sólo 4 días de vacaciones toca correr. Coger un avión hasta el otro lado del país para visitar una ciudad está bien... pero si aparte puedes coger un coche y darte un pequeño salto (de tres horas de carretera) para ver uno de los lagos más impresionantes de California... pues lo haces!
En esta ocasión, mi compañera de viajes y amiga Laura y yo, nos encontramos en el aeropuerto de San Francisco el miércoles por la noche. Lo primero que hice fue presentarle mi último juguete, la cámara deportiva GoPro, que llevaba susurrándome en el oído que la comprara desde hace meses y que por fin tengo en mi poder. Después de las presentaciones y ya con el coche de alquiler, nos dirigimos hacia Novato, a una media hora de San Francisco cruzando el Golden Gate Bridge, donde mi buena amiga Rachel nos presta una habitación para estos días.
San Francisco es una ciudad grande, pero lo más básico se puede ver en un día. Nos levantamos exageradamente temprano (debido al cambio horario que traía Laura desde Miami no hizo falta ni la alarma para levantarnos) y nos dirigimos hacia la ciudad. Nos fuimos en coche hasta Crooked Street, no sin antes tener alguna diferencia de opiniones entre lo que indicaba el GPS y la intuición de mi copilota :p El día nos acompañaba con un sol radiante, y tras hacernos unas cuantas fotos y bajar con la calle inclinada más famosa del mundo haciendo rally, aparcamos el coche en Chinatown y continuamos nuestra ruta andando. Chinatown es de las zonas más baratas para aparcar, pues por 10 dólares tuvimos el coche cuidado en un parking público hasta las 7 de la tarde. Estuvimos mirando otras zonas y el parking no bajaba de los 25$.
Comenzamos en Union Square y desde ahí bajamos hasta la bahía, recorriendo a pie del Pier 1 hasta el 39, desde donde se ve Alcatraz relativamente cerca. Seguimos por Fisherman's Wharf y llegamos hasta el Golden Gate, donde pudimos perder facilmente una hora haciendo fotos. En total, 20 kilómetros andados según una aplicación del iPhone de Lau. La vuelta hasta el coche la hicimos en guagua, pues nuestros pies no estaban ya para mucho trote.
Ya de vuelta en Union Square tuve el placer de reencontrarme con Javier, gran amigo español que acaba de instalarse en SF (ahora que sé que sigues el blog, lo mínimo que puedo hacer es mencionarte). Tras un rato de historias y batallas, nos volvimos al campamento. Ilusos nosotros que pensábamos irnos a dormir pronto, pues allí estaba Rachel esperándonos con una botella de vino (o diez) dispuesta a mantenernos despiertos hasta que el cuerpo aguantara.
Nuestra segunda etapa fue en el valle de Sonoma. Aunque el plan inicial era ir a hacer cata de vino al valle de Napa, Rachel, como local conocedora de la zona nos recomendó quedarnos en Sonoma. Las bodegas son practicamente iguales, y los precios de la cata bajan de entre 15 y 25 dólares a gratis. Como gratis nos gusta mucho... pues eso, que la cata en Sonoma! Hasta que perdí la cuenta había probado un total de 19 vinos distintos. Vamos, que me pregunten algo ahora sobre sabor, textura o aroma... Un experto me he vuelto! Ya de vuelta en casa, Rachel sacó más botellas de vino (no se de donde las saca, yo creo que tiene una fábrica en el sótano, nunca se acababan!!) y pasamos una noche muy agradable de karaoke (Laura, he estado muy tentado de subir tu video de las Spice Girls... pero no quiero que me odies).
Por cierto, en otra de las discusiones de Laura con el GPS acabamos en un punto al otro lado de la bahía del Golden Gate desde donde había unas vistas del puente increíbles. La zona se llamaba Marin Headlands y nunca agradeceré suficiente que Lau sea una paquete leyendo direcciones. La vista es una locura!
El tercer día nos levantamos muuuuuy temprano y nos fuimos al Lake Tahoe. 3 horas de coche que merecieron completamente la pena. Los dos teníamos muy claro que queríamos hacer una ruta a pie para ver las vistas del lago desde la cima de la montaña. Elegimos la ruta Mount Tallac, y desde luego recomiendo este camino a cualquiera que vaya por esa zona. A partir de la mitad del recorrido, fuimos con la nieve a la altura de la cadera hasta que subimos casi hasta el tope de la montaña (era completamente imposible subir más sin enterrarse literalmente en la nieve). Las vistas desde arriba hablan por si solas (imágenes patrocinadas por mi nueva GoPro).
Ha sido un viaje muy completo, en el que he disfrutado las vistas, la compañía y la experiencia. Probablemente sea uno de esos viajes que lo cambian todo, de esos que te hacen plantearte muchas cosas y te hacen darte cuenta que no debes dar nada por sentado, pues nunca sabes cual será el siguiente reto que te espera en el camino. Repetiría estos cuatro días en bucle eternamente, pero seguramente el hecho de que no pueda hacerlo es lo que me hará recordarlos como lo que han sido: únicos.
Nuestra segunda etapa fue en el valle de Sonoma. Aunque el plan inicial era ir a hacer cata de vino al valle de Napa, Rachel, como local conocedora de la zona nos recomendó quedarnos en Sonoma. Las bodegas son practicamente iguales, y los precios de la cata bajan de entre 15 y 25 dólares a gratis. Como gratis nos gusta mucho... pues eso, que la cata en Sonoma! Hasta que perdí la cuenta había probado un total de 19 vinos distintos. Vamos, que me pregunten algo ahora sobre sabor, textura o aroma... Un experto me he vuelto! Ya de vuelta en casa, Rachel sacó más botellas de vino (no se de donde las saca, yo creo que tiene una fábrica en el sótano, nunca se acababan!!) y pasamos una noche muy agradable de karaoke (Laura, he estado muy tentado de subir tu video de las Spice Girls... pero no quiero que me odies).
Por cierto, en otra de las discusiones de Laura con el GPS acabamos en un punto al otro lado de la bahía del Golden Gate desde donde había unas vistas del puente increíbles. La zona se llamaba Marin Headlands y nunca agradeceré suficiente que Lau sea una paquete leyendo direcciones. La vista es una locura!
El tercer día nos levantamos muuuuuy temprano y nos fuimos al Lake Tahoe. 3 horas de coche que merecieron completamente la pena. Los dos teníamos muy claro que queríamos hacer una ruta a pie para ver las vistas del lago desde la cima de la montaña. Elegimos la ruta Mount Tallac, y desde luego recomiendo este camino a cualquiera que vaya por esa zona. A partir de la mitad del recorrido, fuimos con la nieve a la altura de la cadera hasta que subimos casi hasta el tope de la montaña (era completamente imposible subir más sin enterrarse literalmente en la nieve). Las vistas desde arriba hablan por si solas (imágenes patrocinadas por mi nueva GoPro).
Ha sido un viaje muy completo, en el que he disfrutado las vistas, la compañía y la experiencia. Probablemente sea uno de esos viajes que lo cambian todo, de esos que te hacen plantearte muchas cosas y te hacen darte cuenta que no debes dar nada por sentado, pues nunca sabes cual será el siguiente reto que te espera en el camino. Repetiría estos cuatro días en bucle eternamente, pero seguramente el hecho de que no pueda hacerlo es lo que me hará recordarlos como lo que han sido: únicos.