He tenido la mejor cita de San Valentín de mi vida. Ella es perfecta. Es tan increíble, que no hemos podido separarnos hasta hace unas horas. Y creedme, la despedida ha sido dolorosa. Ella se llama California.
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Aviso: después de leer este post, es muy probable que te contagie el amor ciego que siento por este estado, más que por este estado, por esta zona, el sur de California, y sientas una necesidad irrefrenable de conocerlo.
Nuestro viaje comienza en el aeropuerto de Los Angeles. Tras unas horas de retraso, un cambio de avión después de haber embarcado, una hora de espera en pista por falta de no sé que papeles, y una pelea interminable con los de los alquileres de coches para que no cerraran hasta que llegáramos, nos encontramos camino de Anahaim, donde se encuentra nuestro campamento base.
La primera noche pasa lenta, cómo pasan todas las noches que preceden a algo espectacular. A las 8 de la mañana ya estaba en planta mirando impaciente si despertaban los demás. No podía esperar a ponernos en marcha. Los Angeles nos esperaba. Debo reconocer que LA es una ciudad que, en si misma, decepciona. Es obvio que hay que ir a verla. Caminar por el paseo de la fama, imaginar la vida de celebrity de los que viven en Beverly Hills, y admirar el teatro donde tantas y tantas estatuillas se han entregado. El concepto en sí... mola. La realidad: te pasas el día entero mirando baldosas con forma de estrella. Y para colmo de males, mi novia Jennifer Lawrence aún no tiene una. Me he tenido que conformar con la foto de la de Scarlet.
Después de un pequeño paseo por las tiendas de Rodeo Drive donde nunca podremos comprar, y unas cuantas fotos con coches deportivos que nunca podremos conducir, estábamos listos para continuar.
La parada en boxes la hicimos en la hamburguesería californiana por excelencia: el In 'n Out. No hay hamburguesa más barata y a la vez más buena en todo el estado (buena de sabor, no de sana...). Es visita obligatoria cuando se está por la zona. Y si eres de buen comer (nosotros en nuestro grupo tenemos algo de experiencia), atrévete a pedir la hamburguesa "Animal Style".
Continuamos nuestro camino hacia el observatorio Griffith. A tan solo unos minutos de LA, subiendo la colina, se encuentra una de las vistas más espectaculares del valle. Si el día está despejado, se puede ver un atardecer precioso, y todo con las famosas letras de Hollywood a tiro de piedra. ¿Qué más se puede pedir?
El segundo día pasamos entero disfrutando de la casa de nuestro generoso anfitrión. Tomando el sol en la piscina, preparando una barbacoa y bebiendo un par de cervezas (o diez). Ese ha sido sin duda el día de más emociones. Reecuentros cada cinco minutos, y muchos viejos amigos a los que he encontrado igual, o incluso más guapos (momento peloteo, que igual vuelvo y me tienen que acoger otra vez) que cuando me fui.
Los otros dos días los pasamos recorriendo toda la costa de Orange County y Los Angeles County. Empezamos el recorrido en Newport Beach, donde si escuchas atentamente, aún se puede sentir a Seth Cohen, Marissa Cooper, Ryan Adwood y Summer Roberts paseando sus locuras adolescentes por el barrio. Continuamos en Huntington Beach, la ciudad surfera, donde cualquier momento del día es perfecto para coger olas. Redondo y Manhattan Beach, dos pequeños barrios costeros con mucho encanto, muy buen pescado, unas playas kilométricas y un montón de chicas guapas en bikini. Venice Beach, la ciudad sin ley, donde la marihuana es medicinal y los gimnasios están en la playa. Y por último, Santa Mónica, cuyo Pier ha sido escenario de infinitas películas y series a lo largo de los años.
Todos estos barrios tienen su encanto individualmente, pero es el conjunto de todos lo que enamora. El recorrer sus carreteras en un descapotable, sintiendo el calor en el brazo en pleno febrero. Sus playas inmensas, donde hay más casetas para los socorristas que personas en el agua. Las personas que los habitan, que no dudarán en acercarse a hablar con cualquier extraño, y que amarán de forma inmediata tu acento diferente.
¿Aún no estás enganchado? Atrévete y ven a conocerla en persona. South California no se visita. South California te atrapa, como ciudad, como concepto, como forma de vida. Es el lugar donde se cumplen los sueños, donde sucede la magia, donde no existe el invierno.
La primera vez que fui prometí que volvería. Aquí he estado, cumpliendo mi promesa. Y ahora que vuelvo a despedirme del amor de mi vida me marcho pensando... ¿Tardaré mucho en regresar?
Lo dudo.