lunes, 21 de abril de 2014

San Francisco, Sonoma, Lake Tahoe y mucho más en 4 días

Cuándo tienes mucho que ver y sólo 4 días de vacaciones toca correr. Coger un avión hasta el otro lado del país para visitar una ciudad está bien... pero si aparte puedes coger un coche y darte un pequeño salto (de tres horas de carretera) para ver uno de los lagos más impresionantes de California... pues lo haces!

En esta ocasión, mi compañera de viajes y amiga Laura y yo, nos encontramos en el aeropuerto de San Francisco el miércoles por la noche. Lo primero que hice fue presentarle mi último juguete, la cámara deportiva GoPro, que llevaba susurrándome en el oído que la comprara desde hace meses y que por fin tengo en mi poder. Después de las presentaciones y ya con el coche de alquiler, nos dirigimos hacia Novato, a una media hora de San Francisco cruzando el Golden Gate Bridge, donde mi buena amiga Rachel nos presta una habitación para estos días.

San Francisco es una ciudad grande, pero lo más básico se puede ver en un día. Nos levantamos exageradamente temprano (debido al cambio horario que traía Laura desde Miami no hizo falta ni la alarma para levantarnos) y nos dirigimos hacia la ciudad. Nos fuimos en coche hasta Crooked Street, no sin antes tener alguna diferencia de opiniones entre lo que indicaba el GPS y la intuición de mi copilota :p El día nos acompañaba con un sol radiante, y tras hacernos unas cuantas fotos y bajar con la calle inclinada más famosa del mundo haciendo rally, aparcamos el coche en Chinatown y continuamos nuestra ruta andando. Chinatown es de las zonas más baratas para aparcar, pues por 10 dólares tuvimos el coche cuidado en un parking público hasta las 7 de la tarde. Estuvimos mirando otras zonas y el parking no bajaba de los 25$.

Comenzamos en Union Square y desde ahí bajamos hasta la bahía, recorriendo a pie del Pier 1 hasta el 39, desde donde se ve Alcatraz relativamente cerca. Seguimos por Fisherman's Wharf y llegamos hasta el Golden Gate, donde pudimos perder facilmente una hora haciendo fotos. En total, 20 kilómetros andados según una aplicación del iPhone de Lau. La vuelta hasta el coche la hicimos en guagua, pues nuestros pies no estaban ya para mucho trote.

Ya de vuelta en Union Square tuve el placer de reencontrarme con Javier, gran amigo español que acaba de instalarse en SF (ahora que sé que sigues el blog, lo mínimo que puedo hacer es mencionarte). Tras un rato de historias y batallas, nos volvimos al campamento. Ilusos nosotros que pensábamos irnos a dormir pronto, pues allí estaba Rachel esperándonos con una botella de vino (o diez) dispuesta a mantenernos despiertos hasta que el cuerpo aguantara.

Nuestra segunda etapa fue en el valle de Sonoma. Aunque el plan inicial era ir a hacer cata de vino al valle de Napa, Rachel, como local conocedora de la zona nos recomendó quedarnos en Sonoma. Las bodegas son practicamente iguales, y los precios de la cata bajan de entre 15 y 25 dólares a gratis. Como gratis nos gusta mucho... pues eso, que la cata en Sonoma! Hasta que perdí la cuenta había probado un total de 19 vinos distintos. Vamos, que me pregunten algo ahora sobre sabor, textura o aroma... Un experto me he vuelto! Ya de vuelta en casa, Rachel sacó más botellas de vino (no se de donde las saca, yo creo que tiene una fábrica en el sótano, nunca se acababan!!) y pasamos una noche muy agradable de karaoke (Laura, he estado muy tentado de subir tu video de las Spice Girls... pero no quiero que me odies).

Por cierto, en otra de las discusiones de Laura con el GPS acabamos en un punto al otro lado de la bahía del Golden Gate desde donde había unas vistas del puente increíbles. La zona se llamaba Marin Headlands y nunca agradeceré suficiente que Lau sea una paquete leyendo direcciones. La vista es una locura!


El tercer día nos levantamos muuuuuy temprano y nos fuimos al Lake Tahoe. 3 horas de coche que merecieron completamente la pena. Los dos teníamos muy claro que queríamos hacer una ruta a pie para ver las vistas del lago desde la cima de la montaña. Elegimos la ruta Mount Tallac, y desde luego recomiendo este camino a cualquiera que vaya por esa zona. A partir de la mitad del recorrido, fuimos con la nieve a la altura de la cadera hasta que subimos casi hasta el tope de la montaña (era completamente imposible subir más sin enterrarse literalmente en la nieve). Las vistas desde arriba hablan por si solas (imágenes patrocinadas por mi nueva GoPro).





Ha sido un viaje muy completo, en el que he disfrutado las vistas, la compañía y la experiencia. Probablemente sea uno de esos viajes que lo cambian todo, de esos que te hacen plantearte muchas cosas y te hacen darte cuenta que no debes dar nada por sentado, pues nunca sabes cual será el siguiente reto que te espera en el camino. Repetiría estos cuatro días en bucle eternamente, pero seguramente el hecho de que no pueda hacerlo es lo que me hará recordarlos como lo que han sido: únicos.









martes, 1 de abril de 2014

Miamigos

Estoy moreno. Y no moreno de haber estado un día al sol y que se me haya pegado un poco no... moreno moreno. Y es que este fin de semana, nos hemos movido hacia el sur. Hemos desempolvado la ropa de verano y nos hemos dado un salto a Florida. 

Es la primera vez que visito esa parte de los Estados Unidos. Siempre había tenido curiosidad por descubrir el ambiente, la forma en que la influencia latina afecta a la vida diaria, los rascacielos que se mojan los pies en la orilla de la playa... Otro factor importante (por supuestísimo) para visitar Miami es que es el lugar de residencia de mi delegada favorita, Laura, que se encuentra por esas tierras cogiendo sol, disfrutando del buen tiempo y haciendo como que trabaja en la Oficina Comercial.

Comencemos por el principio. Salimos de Chicago el miércoles por la tarde rumbo sur. Un vuelo interno de unas 3 horas nos puso en Fort Lauderdale, que se encuentra a una media hora en coche de Miami. Merece la pena plantearse el coger un vuelo a esta ciudad, ya que por lo que hemos visto son más baratos que volar directamente a Miami. En Fort Lauderdale nos esperaba Laura para llevarnos a su casa, que es donde situamos nuestro campamento base en esta ocasión. En su piso en la planta 32 de un enorme rascacielos, nos esperaban unas vistas de infarto, unos compañeros de piso majísimos (y eso que en el master iban a clase por la tarde) y una caja enorme de cervezas.

Al día siguiente nos desplazamos para recoger el coche de alquiler. El transporte público en Miami funciona muy mal, por lo que un coche es completamente necesario para moverse. La gran mayoría de carreteras son de peaje, por lo que a lo que cueste el alquiler hay que añadir el coste de desplazamientos. A eso hay que sumar que no existe el aparcamiento gratuito, así que el transporte es bastante caro en esa zona (nosotros trampeamos un poco y dejamos el coche en los aparcamientos de un supermercado, y lo movíamos de sitio todos los días para que no se lo llevara la grúa).

Con el coche ya en nuestro poder pusimos rumbo hacia Los Cayos. Se trata de un grupo de islas en el punto más al sur de Florida que están unidas a través de una carretera. En el último cayo, Key West, se encuentra el punto más al sur de los Estados Unidos, con Cuba a tan solo 90 millas de distancia. Esta zona tiene una oferta inmensa de deportes acuáticos: esquí acuático, paseos en motos de agua, tours para ver delfines y manatíes, cruceros... Problema principal: somos pobres. Por ese motivo, tras escuchar en el Visitors Center todas las maravillosas actividades que no nos podíamos permitir, buscamos en el mapa una playa gratuita y nos fuimos allí a torrarnos al sol. Debo decir que las playas me decepcionaron un poco. Mis compañeros de viaje están en desacuerdo conmigo, a ellos las playas les parecieron bastante decentes, y lo cierto es que tienen razón. Arena blanca y unas vistas bonitas. Mi problema principal consistía en que el agua no era transparente, el fondo era fangoso (se hundía el pie hasta el tobillo al andar) y no cubría por encima de la rodilla aunque andaras kilómetros hacia adentro. Entre eso y la cantidad de gente que había... pues a mí se me aguó un poco la fiesta.

Esa noche dormimos en una cabaña en la isla de Marathon, donde vivimos una noche de historias y risas al aire libre, y al día siguiente continuamos hacia Key West. Esta zona es la más turística, y es la que mejor ambiente tiene. Puestos por todas partes, mucha gente en la calle, y la famosa tarta de limas, muy típica de la zona. Desde esta zona se ve uno de los atardeceres más bonitos del mundo, aunque por desgracia se nos echó el tiempo encima y no pudimos verlo desde alguno de los miradores que hay por allí.



Ya de vuelta en Miami, nos esperaba un fin de semana repleto de fiesta y cachondeo. Los compis de Laura (y Laura, como no) nos trataron de maravilla. El viernes fuimos a un bar donde un músico acompañaba los temazos del momento con su instrumento (era un saxo o un violín...??? NO ME ACUERDO!!). El sábado dormimos nuestra horrible resaca en la playa y  recuperamos fuerzas para la second round. Salimos por Miami Beach, donde nos llevaron a un bar de latineo moderno y me lo pasé como un enano. 

El domingo lo pasamos intentando recuperar las neuronas perdidas la noche anterior, para acabar cenando en un restaurante cubano donde pudimos probar la yuca, la ropa vieja (estilo cubano, que el estilo canario ya lo conozco) y el picadillo. Tras una sesión de mojitos y caipirinhas recogimos el campamento y nos fuimos al aeropuerto, para acabar directamente, sin pasar por la casilla de salida, el lunes por la mañana en la oficina. 

Ha sido un viaje intenso, divertido e inolvidable. Como de todas las experiencias nuevas, me quedo con los momentazos vividos, tanto con los becarios chicaguenses, como con nuestros anfitriones de Miami. Nuestra lista de destinos visitados se amplía cada vez más, y nuestras ganas de seguir conociendo el mundo no hacen más que crecer. Pronto cogeremos vuelo hacia un nuevo destino. ¿Cuál será? No creo que tarde mucho en averiguarlo.

Un abrazo!