martes, 4 de noviembre de 2014

New Orleans: cómo perder dos años de vida en dos días.

Esto está llegando a su fin... Cualquiera diría que llevo aquí ya 10 meses, pero sí... cuando me he querido dar cuenta, es invierno de nuevo y se hace de noche a las 5 de la tarde.

Por eso, la temporada emigratoria a tierras más calurosas ha vuelto a comenzar, y este fin de semana he tomado dirección sur para visitar New Orleans. Aunque bueno... conocer conocer... la ciudad la he conocido poco. 

Este viaje surgió gracias a mi compañero de piso Jason. New Orleans es la ciudad donde fue a la universidad, y llevaba tiempo planteando la posibilidad de ir unos días en noviembre para visitar a sus amigos de allí. Claro... Halloween se presentaba como la fecha perfecta para ir a una de las ciudades más fiesteras del país. Cuando te ofrecen la posibilidad de ir de viaje, con alojamiento gratuito y con gente local para enseñarte la zona... pues es fácil que te salgan amigos, así que al final nos juntamos un buen grupo de incautos que volamos hacia Louisiana pensando que de verdad íbamos a ver algo.
Digamos que el fin de semana... consistió básicamente en heavy drinking non-stop, bebercio que comenzó en el aeropuerto de Chicago, continuó en el avión (cortesía de Southwest Airlines, que regala bebidas a sus pasajeros en Halloween) y no paró hasta dos minutos antes de volver a casa. Mi hígado me ha puesto una demanda por explotación laboral. 

Poco puedo contar del fin de semana que sea para todos los públicos y que haga que mi madre me siga viendo de la misma forma... El viernes fuimos al festival de música Voodoo disfrazados de todas las versiones de Taylor Swift en el videoclip "Shake it off", canción que se te mete en el cerebro y no se va de ahí en meses por mucho que lo intentes (Taylor, we love u).



El sábado nos levantamos y mis amigos acompañaron el colacao de un vodka red-bull, lo que me dió una ligera pista sobre lo que iba a venir a continuación (ingenuo de mí, pensé que por lo menos haríamos algo de turismo durante la mañana... pero no). 

Fuimos a comer al Palace café, un sitio bastante típico de New Orleans donde pude probar la carne de cocodrilo. Tras el almuerzo, nos dirigimos hacia el French Quarter, la zona de bares por excelencia, donde se encuentran bares cada 5 metros y gente pasándolo en grande por todas partes (en Louisiana es legal beber en la calle).

Lo que pasó a continuación se pierde en una sucesión de Huricanes, Purple Drinks, Tequila shots, y una serie de bebidas locales que no soy capaz de renombrar. Recuerdo vagamente una visita al casino de la ciudad, donde mis amigos decidieron que era momento de apostar el poco dinero que les quedaba mientras yo les miraba con cara de desaprobación (cosas de gente pobre). Y luego... pues más bares, más fiesta, pocas horas de sueño y una resaca de campeonato, que a día de hoy todavía me acompaña (me estoy haciendo mayor).

Conclusión de New Orleans: tengo que volver. Pero a conocer la ciudad. Los bares... pues creo que ya los he visto todos. Lo pasé genial, los amigos de Jason nos trataron de lujo, hice nuevos amigos y sí... bebí un poco. Mereció la pena vivir esta experiencia con mi nueva familia americana antes de la inevitable despedida que me espera a la vuelta de la esquina.

Una vez más, sólo puedo pensar en lo increíblemente afortunado que soy. 

Un abrazo a todos.