viernes, 29 de agosto de 2014

Hawaii 5.0

Aloha!

Se podría pensar que una persona que ha vivido toda su vida en una isla, no tiene necesidad de pasar sus vacaciones viajando a otra isla. Toda esa gente... se equivoca. No podría haber elegido un destino mejor para pasar los días libres de agosto que la maravillosa isla de Oahu, en Hawaii.

A pesar de que todos los pronósticos estaban en nuestra contra (primer doble huracán en la historia del archipielago seguido de terremoto con tirabuzón), y de que en principio la duración del vuelo (9 horitas desde Chicago) puede suponer una barrera insalvable, disfruté cada minuto pasado en esa isla del mejor tiempo posible y de una calma indiscutibles.

Debo reconocer que la llegada al aeropuerto y a Honolulu no me impresionó demasiado. Honolulu es una ciudad muy turística. Demasiado, a mi entender. Podría considerarse el Benidorm del Pacífico, con todos sus hoteles, restaurantes y atracciones disparatadas preparadas para que el americano pudiente se deje los

dólares. Al llegar allí pensé... Pues no era esto lo que me esperaba!!

Así que, por supuesto, mi primer pensamiento fue alquilar un coche y salir de ese agujero para conocer las partes de Oahu que realmente me interesaban: las de verdad. Sin trampa ni cartón.

Oahu es una isla que se recorre fácilmente en unas 5 - 6 horas. El primer día cogimos un coche y nos fuimos hacia el este (Honolulu está en el sur). Nuestra primera parada fue el Diamond Head, un volcán inactivo de la isla que tiene una ruta de acceso al cráter preciosa. Las vistas desde arriba eran inmejorables. Esto si era lo que yo andaba buscando.

Nuestro camino continuó por la costa bordeando la isla hacia el norte, parando en varias playas sin mucha idea de donde estábamos y disfrutando de cada rincón que la isla nos ofrecía.

Comimos en una cala del norte preciosa, llamada Turtle Bay, donde probamos un pescado que sólo se encuentra en las aguas de Hawaii (ojalá me acordara del nombre, pero mi hawaiiano está un poco oxidado). La parada más chula del día fue sin duda en Waimea Bay, donde hay una gigantesca roca desde la cual (tras varios minutos de duda), mi hermano y yo nos atrevimos a saltar (go pro en mano, por supuesto).

De todas las actividades que hicimos durante la semana, sin duda la que más me gustó fue el paseo en kayak en Kailua Bay. Tuve la oportunidad de saltar del kayak y nadar entre tortugas salvajes, persiguiéndolas durante un buen rato y disfrutando de unas aguas increíblemente transparentes. Sin embargo, el sitio donde todo el mundo nos aconsejaba bucear, Hanaima Bay, me pareció bastante saturado de turistas y no ofreció nada nuevo ni diferente. Sin duda, en una isla de las características de Oahu, compensa mucho más comprar unas gafas y un tubo e ir por tu cuenta a explorar cualquier zona.




La vida nocturna es bastante tranquila (o nula, según mi entender). Sin embargo pude disfrutar de muchas cenas riquísimas con mi padre y con mi hermano, y el viernes por la noche (como todos los viernes en Honolulu) pudimos ver fuegos artificiales desde la orilla de la playa. Priceless.

Recomiendo a todo el mundo que se esté planteando ir que se decida y no lo piense más. Es un destino caro. Llevar todos los bienes necesarios a una isla tan alejada hace que todo absolutamente se encarezca muchísimo, pero merece la pena pagar para poder ver un sitio con un paisaje único, verde a más no poder, unas playas paradisiacas que se esconden en cada rincón de la isla, una gente amabilísima que siempre está relajada, sonriendo y tocando el ukelele, y sobretodo vivir una experiencia diferente en sitio que, aunque siga siendo parte de Estados Unidos, está a medio camino cultural con Japón, por lo que las costumbres y formas de actuar pueden dar un nuevo punto de vista a tu forma de pensar y ver la vida.

Mahalo Hawaii, por una semana maravillosa.

Un abrazo a todos!



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